México, el lado amable de la muralla
Fernando Garabito
Al viajero, lo primero que sorprende de estas tierras es la amabilidad a toda prueba de su gente. De hablar pausado, sonrisa fácil y la mejor de las disposiciones siempre, lo que enamora primero en México son los mexicanos.
Y luego está su comida, que es tan variada y sorprendente como deliciosa y adictiva. Las enchiladas con mole poblano, el mukbil pollo (o pollo enterrado, especie de gran tamal yucateco), los chilaquiles con salsa verde o roja, o los taquitos al pastor son por sí solas verdaderas genialidades culinarias. Pero pocas cosas se comparan con ciertas especialidades precolombinas. Y aunque no sea Ud. un adepto a los insectos, en México no solo no hay que temerles, sino que es absolutamente necesario hincarles el diente. ¡Son deliciosos! Los chapulines, saltamontes o grillos rojos como el héroe al que dio vida Chespirito, hacen palidecer a los escargots à l’ail, los gusanos de maguey son como ya dice el aforismo “viscosos, pero sabrosos”, y por último los escamoles, o huevas de hormiga, no tienen nada que envidiarle al más fino caviar.
Por donde sea que se deambule, la comida mexicana siempre sorprende. No deje Ciudad de México sin recorrer Coyoacán y el sinfín de opciones culinarias que ofrece este pintoresco barrio. Un chocolate caliente y unos churros con dulce de leche (cajeta, como le llaman en México) son casi una experiencia religiosa.
La Costa de Oaxaca
Si se busca playas hermosas y un clima tropical, la costa del estado de Oaxaca es una excelente opción. Se puede encontrar vuelos baratos desde el DF hasta Huatulco, balneario quizás excesivamente devorado por los resorts que casi no dejan ver el mar, pero desde donde se puede arrendar un coche y lanzarse a recorrer las dos horas y algo de ruta que separan esta ciudad de Puerto Escondido, otra atracción mayor de la región. Las posibilidades son variadas. Desde Puerto Ángel con su playa nudista, hasta la tranquilidad de San Agustinillo, o el rústico Mazunte donde se puede visitar el Centro Mexicano de la Tortuga Marina.
Pero si le tienta la idea de contemplar la puesta de sol en una playa prácticamente virgen, la Playa Mermejita excederá sus expectativas. Por $CAD 30 podrán alojar en una carpa de lujo, o Glamping, con el mar arrullando sus sueños en un pequeño lugar llamado Punta Sur (búsquenlo en Airbnb).
A toda la belleza natural, Punta Sur le agrega un pequeño, pero refinado menú que pone de relieve las delicias del mar.
La muerte como
celebración de la vida
“Alguien me habló todos los días de mi vida al oído, despacio, lentamente, me dijo: ¡vive, vive, vive!
Era la muerte.”
Como era su costumbre, el poeta Oaxaqueño Jaime Sabines supo poner en palabras simples un pensamiento tan profundo como la vida misma. Y tan mexicano, por lo demás. No es coincidencia, ni mucho menos una contradicción el que un país que celebra a los muertos y a la parca muerte tan vehementemente sea a su vez un torbellino de vida irrefrenable.
Halloween, el Día de Brujas o el Día de los Santos son fechas que se celebran de diversas formas en distintos rincones del planeta. Pero nada se compara a México en el Día de los Muertos. Es en realidad el primer par de días del mes de noviembre en que el país entero se une en una sola e irrefrenable fiesta. Altares que honran a los seres queridos que partieron antes adornan cada casa. En ellos las fotos de los difuntos se acompañan con comida típica de la temporada: atole nuevo, naranjas, mandarinas, pan de muerto y un largo etcétera. Pero no solo parientes o amigos son recordados. También los altares a las Frida Khalo, los Emiliano Zapata, los Benito Juárez, y sobre todo este año, el recientemente desaparecido cantante Juan Gabriel engalanaban buena parte del centro del DF. “No se va el que se ha partido, sino el que es olvidado,” rezaba un colorido cartel en una pequeña plaza céntrica. Los mexicanos recuerdan y con lo inconmensurable de su historia, el ejercicio de no olvidar se hace imperioso.