“Siempre he tenido la necesidad de contar”

FOTO: ELVIRA TRUGLIA
Ángel Mota, doctor en literatura de la Universidad de Montreal, escribe desde los seis años en su México natal. Ahora acaba de relanzar su libro La confesión en el paraíso, donde relata aspectos desconocidos de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. Descubramos entonces cómo “hace” una novela histórica.

GABRIELA ANA LIM

¿Sobre qué trata tu libro La confesión en el paraíso ?

Son historias entrelazadas del 1680, en Nueva España. Verónica, joven de la nobleza, quien busca su sexualidad e identidad en la corte. Entra así a un triángulo amoroso en donde no solo se confronta con el poder eclesiástico y político, sino que se vuelve un espejo de la condesa de Paredes, mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz. Como espejo y damisela de la condesa, es testigo del amor entre la virreina y la “fénix de México,” así como de la creación de la obra magna de Sor Juana: el Primero Sueño. Como contraparte, el padre Barcia, acosado por su locura, inicia una cruzada por la redención del reino, en donde, ayudado por la orden de San Felipe Neri, persigue a las mujeres hermosas con el objetivo de redimirlas y salvar a Nueva España del demonio.

Es una trilogía

Así es. Esta es la primera parte de una trilogía, en donde el tema central es la creación de la Casa de San Miguel de Belén. Una casa de acogida creada por el padre Domingo Pérez de Barcia para encerrar mujeres bellas en espera del Milenio. Verónica será el personaje central de esta historia real.

¿Por qué razón decides escribir esta novela?

Desde que leí el caso de la vida del padre Barcia y la creación de la casa de Belén sentí el impulso de escribir esta historia, magnífica. Sobre todo me di cuenta de que hay muchas similitudes entre lo que sucedió en ese siglo XVII y la cacería y maltrato de mujeres que se sufre ahora en México. Uno de los países con mayor violencia hacia el género femenino en el mundo. Debo agregar que desde siempre me ha encantado la cultura barroca. Desde la poesía, el teatro, al arquitectura, letras, etc. Mi padre me enseñó de pequeño a amar ese México novohispano, pues siempre trabajó y me llevó a las ciudades coloniales más bellas de México, como Guanajuato, Querétaro o San Luis Potosí, amén de la ciudad de México. Fue además mi especialidad en la Universidad de Montreal.

Me imagino que te ha llevado tiempo escribir la novela

La primera parte unos dos años. Toda la trilogía unos ocho. He tenido que hacer una gran investigación histórica. No hay detalle que no haya investigado. Ya sea de datos históricos, vestimenta, música, modo de hablar, comida, costumbres, liturgia, sobre las personajes de quienes escribo. Casi todos existieron. Soy muy detallado en las descripciones y me acerco lo más posible a lo que fue ese periodo. Por ello investigué en documentos históricos, musicología, museos, bibliotecas, sitios en México.

¿Cómo ha sido el proceso de creación?

Con mucha disciplina, como monje. Escribí todos los días, al mismo horario en la mañana y después de comer a leer documentación. Por la noche leía una novela ligada al tema. No hubo día que no escribiera, a menos de un percance.

¿La gente lee en la actualidad ?

No mucho o menos. Depende del país. Escribo con mucha emoción, poesía y generosidad para que el lector sienta por dentro y en su imaginación lo que lee.

¿Cómo surge esta necesidad de escribir ?

A mis seis años aprendí a escribir porque quería contar en papel lo que me leía mi madre o veía en el cine. De adolescente escribía historias para mis hermanos y primos. Siempre he tenido la necesidad de contar. Nunca pensé ser escritor, eso vino después en Montreal, cuando una amiga colombiana, editora en su país, leyó mi primera novelita. Me empujó a hacerlo. Mi madre nos leía mucho de pequeños. Era una gran narradora oral, igual que mi padre. Ellos fueron los que me inculcaron las ganas de contar historias. Teníamos en casa libros de autores que siempre me han marcado: Las mil y una noches, Mark Twain, Oscar Wilde, Emily Bronte, Daniel Defoe, Stendhal, los clásicos como Don Quijote, etc.

¿Qué hacías en México ?

Era un chico introvertido que estudió turismo. Trabajé en eso. Sufrí mil cosas de familia. Por eso decidí venir a Montreal, para escapar de ese mundo violento de la Ciudad de México y para poder dedicarme a viajar, que es lo que más me nutre.