Quebec y su literatura: Putain, de Nelly Arcan

TERESA E. CADAVID. G. 

Nelly Arcan se suicida el 24 de septiembre de 2009, a los 36 años. Escribió su relato de autoficción (2001), para “decir al fin qué se escondía tras la exigencia de seducir que no me quería abandonar y que me ha arrojado al exceso de la prostitución”. Y en esa su primera novela, cuenta los antecedentes de su vida como prostituta, enmarcados por sus dos obsesiones: la muerte y la belleza. En un mundo que rechaza el envejecimiento y vela la naturaleza del cuerpo mediante la cirugía estética: las mujeres occidentales se recubren de una “burka de piel”, dirá en otro de sus textos.

Nelly Arcan desprecia la condición femenina y le atribuye un carácter de “larva” a su madre, quien no ha te-nido el coraje de acabar con su vida. Respecto a su ultra católico padre, teme que se presente como uno de sus clientes y dice que si ella no ha podido matarse todavía es por el miedo al infierno que le trasmitieron sus historias. Se prostituye para demostrarle a sus padres “que no viene de ellos, que es ajena a todo lo que a ellos les importa”, que existen otras maneras de vivir mal la vida.

La joven anoréxica venida de Lac-Mégantic a Montreal para estudiar literatura en la universidad, empieza a “tiranizar su cuerpo” ejerciendo la prostitución. Utiliza el nombre de Cynthia, que es el de su hermana muerta un año antes de que ella naciera; un álter ego que esconde ese deseo de muerte que la ancla en la prostitución. Con su tono nihilista, cava en sus vacíos y en el sueño de ser la más bella y la más deseada de las mujeres, que subyugue a todos esos hombres que como “clientes” se reducen a uno solo.

Imagina también el amor imposible con su psicoanalista, el único hombre al que podría amar, que la hace extender en el diván pero que jamás se acostará con ella. Y desafía una cura diciendo que lo que une las cosas en su cabeza “es más sólido que la más brillante cura en toda la historia del psicoanálisis”. Se hunde en la idea de no dejar que nadie le quite el deseo de morir, porque es todo lo que tiene; y a fuerza de “interpelar la vida del lado de la muerte”, llevará a cabo su pronóstico: “Me mataré al extremo de una cuerda delante de ustedes, haré de mi muerte un afiche que se multiplicará en los muros”.