Diálogo con Polanco: los colores del éxodo
Alba Polanco recuerda poéticamente a su padre, el destacado pintor salvadoreño Miguel Ángel Polanco (1941-2012). El artista vivió muchos años en la ciudad de Montreal.
ALBA GABRIELA POLANCO
Cuando cae la nieve, veo copos de luz. Se me calienta el corazón, pero no siempre fue así. El año pasado, me dije: “Este será mi último invierno”. Pasó el calor y la nieve regresó, así como una visita inesperada.
Un viento me despertó el olfato. Huele a frío. ¡Ni modo! Y de repente me acuerdo del cuadro de mi padre, pero con otra mirada. Pensativa… Decido caminar en la mera tempestad con mi hermano. Lo miro, le digo: ¿Te acuerdas? Él me contesta: sí. Nos miramos porque el viento pega duro y a la vez sabemos que la razón de nuestra conversación no es cuestión de añoro o de consuelo; el cuadro habla más de hoy en día que del ayer. Así es la técnica de los antiguos. Hay colores que solo se descubren después del pasar del tiempo, el diálogo entre los colores se intensifica, se completa con el tiempo, el mensaje permanece fresco.
Hacía tanto frío que lloré. No estoy triste, los ojos me lloran cuando hace frío. Me cayó el cinco. El Éxodo – el exilio, la migración, el caminar desterritorializado, o ¡cómo sea!– más allá de la nostalgia, es un llanto fresco de conquista. Entonces mi hermano me dice: “Sabés, mi padre, El Maestro, era un admirador de las tertulias nocturnas, un apasionado por la esperanza y el misterio de la luz. Un visionario de una sociedad progresista. Así fue mi infancia, impregnado de estas ideas, las cuales son mi inspiración hoy día”.
Me gusta como habla Rafael. ¿Su inspiración? Cierto. Rafael diseña casas, edificios, puentes y calles. Es un apasionado del movimiento de la luz. Se propone crear sociedades sostenibles, para los desplazados, los niños sin padres, los que luchan sin reconocimiento. Éxodo, tan fresco como hoy.
Cuando cae la nieve, veo copos de luz. Se me calienta el corazón. Los siete vientos llevan mi risa y este son: “Una revolución cual nunca se intentó semejante, acompañada de increíbles esfuerzos y de sufrimientos sin número, para enseñar otra vez a los hombres lo que las bestias saben: cuál es su verdadero destino: ¡Vivir! vivir libre y plenamente…’’ Desde tu zenit, poeta del color, verás tu silbido y tu valiente amor despertarse en el murmullo de las generaciones, en la herencia de los que escuchaban la voz de tus pinceles.
¿Y tú, lector? ¿De qué te acuerdas cuando cae la nieve?