Suposiciones racistas
JAVIERA ARAYA
“Esto es por la inmigración” escuché decir a alguien estos últimos días, a propósito de los atentados en Bruselas. Tragué difícilmente saliva, haciendo mi mejor esfuerzo para entender las extrañas conexiones lógicas y suposiciones que se encontraban detrás de tal afirmación.
¿Qué tiene que ver la inmigración con el terrorismo? Pensé en los desastres que genera la guerra, la explotación minera, el deterioro del medioambiente y en general la instalación de grandes compañías que precarizan los empleos, destruyen los pequeños negocios y obligan finalmente a las personas a dejar los lugares en los que viven para buscar uno nuevo. Preguntémosle a Berta Cáceres en Honduras – asesinada por oponerse a un proyecto hidroeléctrico – o a Warsan Shire, quien escribió que “nadie pone a sus hijos en un bote a menos que el agua sea más segura que la tierra”, evocando la experiencia de quienes huyen de sus tierras en botes.
El único vínculo que puedo ver entre migración y terrorismo es aquél que sitúa a este último como la causa de la primera. Quienes han huido del conflicto en los territorios sirios e iraquíes saben que el terrorismo produce emigración… no he sabido nada de parisinos huyendo de París, o de newyorkinos escapando de New York.
“Es que quienes detonaron las bombas eran inmigrantes”, dirá la persona con la que empieza este texto. ¿Y qué? No tengo la menor idea de si lo eran, pero qué importa. Quienes participaron en los actos de corrupción que investigó la comisión Charbonneau eran canadienses, y nadie asoció corrupción con el hecho de ser canadiense.
Creer que porque algunos canadienses han cometido ciertos actos, todos los canadienses los cometen, no tiene sentido. La lógica habla de una inducción falaz – a partir de un caso particular se hace una generalización que no es cierta – pero en realidad, en el caso del vínculo entre migración y terrorismo, no se trata de un problema en la capacidad de razonamiento lógico de una persona. Se trata más bien de ciertas asociaciones recurrentes y aparentemente normales que en realidad esconden y fundamentan juicios opresivos, en este caso racistas. Y estos vínculos son socialmente reforzados, por ejemplo, por los medios de comunicación. Definitivamente hay que sospechar más y preguntarse siempre en qué medida lo que uno escucha, dice o piensa puede basarse en una suposición racista, o en general en una suposición que justifica la opresión de ciertas personas. ¿Otro ejemplo? Respecto al asesinato de dos chicas que viajaban en Ecuador, escuché a alguien decir que “para qué viajaban solas”, como si viajar “de a dos” fuera lo mismo que viajar “sola”. Y es que no sólo hace falta acabar con suposiciones ilógicas, hay que también acabar con suposiciones sexistas y racistas.