Cuando la policía es el peligro
La reciente publicación del libro Servir y que te Ensucien, de la agente de policía Stéfanie Trudeau, ha abierto nuevamente el debate sobre la brutalidad policial. La uniformada fue suspendida de sus funciones (con sueldo) debido al uso desmesurado de la fuerza en un caso muy mediatizado. Otras situaciones, menos conocidas, y no menos graves, apuntan seriamente el accionar del Servicio de Policía de Montreal (SPVM).
FERNANDO GARABITO
La ironía es grande. En Montreal, lugar donde normalmente reina la tranquilidad, el único temor de muchos ciudadanos honestos y pacíficos es toparse con la policía. De un tiempo a esta parte, los casos de brutalidad policial se han tornado un problema aparentemente sin solución.
Eduardo Bustillos es un ciudadano chileno-canadiense radicado en Montreal hace décadas. La vida de este hombre de familia y trabajador cambiaría a raíz de los eventos del 4 de mayo del 2012.
Eduardo y su esposa salían de un concierto en el Teatro Plaza, cuando se encontraron en medio de un procedimiento policial. El operativo no los involucraba en absoluto, pero cuando observó la cobarde agresión de un policía a una joven que protestaba por el arresto de su amigo, Eduardo Bustillos no supo quedarse indiferente. “El policía la levantó en los aires y la lanzó lejos”, cuenta Eduardo.
Inmediatamente se acercó al oficial y lo increpó. “No tienes derecho a hacer algo así,” le dijo. La cara del policía sería lo último que vería durante un buen rato, pues una espesa nube de spray de cayena lanzado a unos pocos centímetros de distancia le nubló la vista. El mismo “agente de paz” lo empujó con violencia. Al caer, Eduardo hirió su pierna y quedó absolutamente fuera de combate.
El resto de la acción puede verse en un video que fue luego subido a YouTube. Se ve a Eduardo caminando con dificultad con la ayuda de su señora. De un momento a otro, varios policías se abalanzan contra él y lo lanzan al piso, lo esposan y lo meten a un auto policial entre los gritos de su esposa que pide una explicación. “No ha hecho nada,” se le oye decir.
Tres años después
Han pasado más de 3 años desde ese incidente. Tres años de innumerables trámites y procedimientos judiciales para denunciar lo que para Eduardo significó el abuso más grande que haya vivido. “Me golpearon, me humillaron tratándome a garabato limpio, no me prestaron ayuda cuando les dije que estaba herido y me obligaron a firmar unos papeles a la fuerza y bajo amenaza”, relata.
A pesar de que él pedía ser llevado al hospital a constatar lesiones, la policía lo llevó a mal traer de vuelta a su casa. Fue ahí cuando uno de los oficiales lo obligó a firmar la citación a comparecer. Se le acusa de obstrucción y maltrato de obra de la policía. Cargos que aún pesan contra Bustillos y frente a los cuales, 40 meses después del incidente y con mínima asistencia legal, debe defenderse.
La visita al hospital tuvo que hacerla él mismo junto a su esposa. Un omóplato fracturado, un corte de 10 cms en su pierna y lesiones oculares producto del spray de cayena fue lo que estableció el parte médico.
Agentes exculpados
Hace unos pocos meses recibió la decisión final e inapelable del Comisario de la Deontología Policial del SPVM: los oficiales involucrados no incurrieron en ninguna falta disciplinaria. En otras palabras, todo lo que ocurrió esa noche es solo la manera normal de actuar de aquellos encargados de mantener la paz.
“Es un proceso larguísimo. Estoy convencido que todo está hecho de forma tal que un simple ciudadano termina por cansarse y abandona la causa”, lamenta Eduardo. Pese a todo, asegura que seguirá luchando a como dé lugar.
__________________________
Ver también : Aquí está la ley.