Tomatazo jurídico

Con el fallo del tribunal a su favor, Noé y el CTI han lanzado un verdadero tomatazo a muchas empresas que siguen violando los derechos de miles de trabajadores temporeros inmigrantes. (Foto: Luigi Pasto www.luigipasto.com).

GERARDO FERRO 

Después de más de cinco años, Noé Arteaga, un campesino guatemalteco y trabajador temporero inmigrante, ganó un importante litigio jurídico por despido injustificado contra la empresa agrícola Savoura. En la providencia del tribunal se asegura que la empresa, especializada en el cultivo de tomates, violó los artículos 10 y 16 de la Carta estatutaria de Derechos y Libertades de Quebec y se determinó su responsabilidad por discriminación étnica. Además, el tribunal ordenó en su fallo el cese inmediato de este tipo de prácticas violatorias de los derechos laborales.

Noé Arteaga ha trabajado la tierra desde niño. En su pueblo natal, en Guatemala, Noé y su familia cultivaban frijoles, maíz y café en la pequeña parcela en la que vivían. “El café lo vendíamos todo, el resto era para nosotros”. Aquel recuerdo Noé lo atesora con cariño. Años después, mientras cultivaba tomates en un inmenso invernadero de Saint-Étienne-des-Grès, Noé solía rescatarlo como un salvavidas de la memoria.

Sus conocimientos en cultivos agrícolas lo habían traído a Canadá. Aterrizó en Montreal un 11 de abril de 2008 junto con más de 80 trabajadores centroamericanos que, como él, formaban parte del Programa de Trabajadores Agrícolas de Temporada (PTAT) auspiciado por el gobierno. Como parte del programa, Noé y sus colegas fueron ubicados en diferentes fincas a lo largo y ancho de Quebec, donde además de tomates, cultivarían lechugas y todo tipo de vegetales. Las expectativas eran enormes y los sueldos impensables, de continuar en sus países. “Lo que ganábamos en una hora de trabajo correspondía a una semana en Guatemala”, dice Noé, y agrega: “Esa es otra razón por la que los trabajadores migrantes prefieren callarse y no denunciar los abusos de los que son víctimas”.

“LUMIÈRE!” 

Pero Noé prefirió no callarse y denunciar. Las historias que narra dan cuenta de las condiciones indignas y de las violaciones a los más elementales derechos laborales que sus colegas y él debían soportar: falta de atención médica oportuna, sindicalización deficiente, capacitación escasa para el tratamiento de químicos, incomunicación con sus familias y con el exterior, dado que la mayoría de trabajadores viven en el mismo lugar de trabajo. Aunque Noé logró alquilar un pequeño apartamento con otros colegas, el arriendo —“mucho más alto que un arriendo normal”, explica Noé—, era pagado al mismo empleador. Un promedio de 80 horas laborales a la semana con descansos mínimos. Amenazas con despidos y deportaciones que en algunos casos fueron ejecutadas. Se les prohibía, además, aprender francés y hacer amistades locales.

Cuatro meses después de haber llegado y luego de escribir varios correos contando la problemática al consulado de Guatemala sin respuesta, Noé fue despedido. Los hechos que culminaron con su despido ocurrieron un 6 de agosto. Con el verano y el cambio de cosecha del tomate, las horas de trabajo se incrementaban al máximo y los descansos se reducían aún más. “Trabajábamos hasta las once de la noche y con las luces apagadas porque decían que la electricidad les salía muy cara”. Una de esas noches Noé, que ya había aprendido algunas palabras en francés, se llenó de coraje y gritó: “¡LUMIÈRE!”. El resultado, una llamada del consulado al día siguiente anunciándole que debía hacer sus maletas “porque la empresa ya no me quería más”. En menos de 12 horas, Noé estaba en un avión rumbo a Ciudad de Guatemala. Los 900 dólares del pasaje fueron descontados de su sueldo.

“Una esclavitud legalizada” 

Para Kike, un español que trabaja desde hace más de dos años en el Centro de Trabajadores Inmigrantes (CTI) en Montreal, la situación es bastante preocupante. “Es que no se trata solamente de un programa esclavista sino racista, pero legalizado”, asegura Kike y presenta un panorama general de la situación. “Los centroamericanos van a cultivos agrícolas, las filipinas a cuidado de ancianos, niños y como empleadas domésticas, los filipinos están en la construcción de partes y telecomunicaciones, (la gente) de las islas Mauricio son soldadores, y en los mataderos hay suramericanos, filipinos y gente de Bangladesh”.

La situación de los trabajadores temporeros ha vuelto a ser noticia recientemente. Por un lado, por la aprobación del Proyecto de ley 8 que prohíbe la asociación a todos los trabajadores agrícolas de temporada, y por el otro, más preocupante aún, por la aprobación de una nueva legislación, conocida como 4&4, que ordena la salida de temporeros que se encuentren en Canadá desde el año 2011, lo que ocasionará una deportación masiva de trabajadores.

La lucha continúa 

Aunque el avión lo llevó de vuelta a Guatemala, dos meses después Noé decidió regresar a Montreal para denunciar los abusos de los que fue víctima. Con el fallo del tribunal a su favor, Noé y el CTI han lanzado un verdadero tomatazo a muchas empresas que siguen violando los derechos de miles de trabajadores temporeros inmigrantes. No es un triunfo menor, se trata de un verdadero precedente jurídico en el respeto a los trabajadores. El activismo de Noé que empezó con un grito exigiendo la luz dio su primer fruto en una lucha desigual que continúa. Esa luz, que también es su fuerza, no se apaga.